De forma reciente se ha designado a la ecología como una noción correlativa a la identidad en virtud de que un ecosistema –sociopolítico, cultural y biológico– implica redes de conexión, mantenimiento, conservación e interdependencia ineludible del otro. A lo anterior se suma lo que señala Bill McKibben “El Antropoceno puede hoy enmarcarse como la condición global de haber nacido en un mundo que ya no existe más”. Las implicaciones del consumo de imágenes son ahora abordadas desde las trincheras del ecofeminismo y la teoría queer, la decolonización y la interseccionalidad, lo que ha hecho posible desalienar los ejes metodológicos anteriormente trazados en la investigación tradicional.

 ¿Qué nuevos códigos debemos articular en torno a lo que anteriormente entendíamos como cuerpo/territorio/agencia en el sentido tanto humano como geopolítico? ¿Es posible seguir abordando estos términos desde la biopolítica? En el actual momento histórico –tras el encierro forzado de la pandemia y el desarrollo acelerado de la tecnología de vigilancia y reconocimiento– hoy en día la fotografía acusa un carácter contradictorio después de ser un documento histórico aun más potente que la fuente escrita. Vivimos en momentos parteaguas, en el que el desarrollo de la tecnología dentro de este mundo cambiante reformula los futuros caminos de la imagen, en los que artista y espectador juegan un papel vital en tanto son capaces de proyectar su identidad en el otro.